Ramón D. Rivas
En este país, a lo largo de su historia republicana, constatamos que han muerto importantes personajes (hombres y mujeres) que ya sea desde la religión, la política; su condición de campesino, de indígena; literato, guerrillero o quizás como altruista, su accionar y pensar ha quedado grabado en el imaginario individual y colectivo de la sociedad. Sean los personajes de izquierda o de derecha, católicos o protestantes, sus ideas siempre son respetables y a veces trascendentes.
Las multitudinarias manifestaciones de duelo, así como las continuas preguntas que se han hecho políticos, intelectuales y demás sectores sociales al momento del suceso luctuoso en los diferentes medios de comunicación y en la calle sobre qué va a pasar en el país ante la pérdida de tan importante personaje han sido casi siempre sin precedentes. Esto me lleva reflexionar sobre la falta de estudios exhaustivos y minuciosos de las ideas políticas que han existido a lo largo de la historia de este país.
No obstante, al escudriñar la historia nacional encontramos muchas personalidades con ideas representativas. Se trata de destacados intelectuales y pensadores como ya dije, hombres y mujeres que de una u otra forma se han comprometido con los cambios sociales del país, es decir, se han preocupado, desde su perspectiva ideológica y práctica —y no importando de qué tendencia— por la búsqueda de la construcción de una sociedad más justa e igualitaria para todos.
Los discursos y propuestas a cerca de cómo efectuar estos cambios han sido muchos y variados, acertados y mediatizados, pero también, en algunos casos, hasta oportunistas, pero todos han tenido como idea central la conformación de otra sociedad o solo defender lo que ya existe. Es más, hay personajes en la historia de este país que se han valido hasta de la trampa y han llegado hasta el aniquilamiento de contrarios para hacer prevalecer sus ideas. Esto es malo.
Así, encontramos a aquellos personajes provenientes de todos los estratos sociales y corrientes sociopolíticas, religiosas, empresariales y hasta literarias que desde la época colonial, las postrimerías de la independencia y ya en los primeros años de la República han resaltado por sus ideas y acciones concretas, tal es el caso de Anastasio Aquino, José Matías Delgado, José Simeón Cañas, los padres Aguilar, Manuel José Arce, Gerardo Barrios, Farabundo Martí, Feliciano Ama, Alberto Masferrer, Roque Dalton, José Napoleón Duarte, Enríque Álvarez Córdova, Guillermo Manuel Ungo, Óscar Arnulfo Romero, Ignacio Ellacuría, y todos aquellos otros sacerdotes asesinados en la década de los ochenta, así como poetas, intelectuales, sindicalistas, etc, que también fueron muertos o desaparecidos, en uno de los períodos más dolorosos y penosos de la historia contemporánea de este país, solo para mencionar algunos de ellos que tengo frescos en la memoria, pero que hay constancia de que han luchado y hasta han ofrendado su vida por sus ideas. Recuerdo también las multitudinaria expresión de aprecio durante el deceso de Shafik Hándal.
Hay otros personajes que en momentos coyunturales han sido utilizados y posteriormente los han querido ensalzar, pero la historia no perdona y desaparecen en el cajón del olvido, aunque sus correligionarios se aferren a mantenerlos presentes. La cuestión es que los registros de la memoria colectiva van cambiando en el tiempo. Por ejemplo, Anastasio Aquino perduró por mucho tiempo en la memoria colectiva como un bandolero, y hoy es reconocido como un héroe nacional.
No hay que olvidar que la memoria colectiva que ha prevalecido en este país ha sido la de los sectores dominantes; sin embargo, la talla y la estatura de determinados personajes ha dejado una huella desde el momento en que mueren; y en nuestro país la figura de monseñor ÓscarArnulfo Romero y los sacerdotes jesuitas desde lo religioso, y otras figuras, como es el caso de Shafik Hándal, desde su compromiso y liderazgo político son ya un referente.
Es por eso que considero que todos estos personajes y aquellos otros más —y por qué no decirlo hasta de derecha—, como es el caso de Maximiliano Hernández Martínez, que han existido pero que la historia aún no los ha reconocido, merecen ser ubicados de una manera sistemática en su contexto y en su biografía personal, ya que el sujeto es impulsado por el medio, pero también resguarda su historia personal que lo lleva a tomar partido en la realidad. Continuará…
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